
El 18 de abril, durante la primera lectura del Retiro de Pascua, la líder Alexandra Romero compartió una poderosa meditación basada en Juan 11:25-26:
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente».
Este versículo, pronunciado por Jesús antes de resucitar a Lázaro, fue el punto de partida de una profunda reflexión sobre la fe, la vida eterna y el verdadero significado de la resurrección.
Romero enfatizó que estas palabras no son una promesa lejana, sino una verdad viva que transforma nuestra perspectiva sobre la muerte y la existencia. En tiempos de dolor e incertidumbre, la resurrección de Cristo nos recuerda que la muerte no es el fin y que nuestra fe en Él nos asegura la vida eterna. «¿Nos estamos preparando para esa vida?», preguntó la líder, invitando a todos a examinar su caminar diario con Dios.
La reflexión se centró en el significado de la cruz. Alexandra explicó que, más allá de cumplir leyes o acumular méritos humanos, vivir la cruz implica negarse a uno mismo. Es un proceso de vaciamiento interior, de entrega voluntaria, donde dejamos de depender de nuestras propias fuerzas para depender completamente de la gracia de Dios.
Cristo, al beber la copa de la ira del Padre, no dudó del amor de Dios. Fue obediente hasta la muerte y, gracias a esa entrega, resucitó glorioso al tercer día. Esa obediencia no fue en vano: nos justificó ante Dios y nos dio una nueva identidad como hijos amados, no como mendigos espirituales.
En conclusión, Alexandra hizo un llamado a todos a vivir con una fe activa y esperanzada, conscientes de que la resurrección de Jesús no es solo un acontecimiento histórico, sino una realidad presente. ¿Vivimos con la certeza de que hay algo más grande que esta vida? ¿Compartimos esa esperanza con los demás?
El mensaje dejó una huella clara: la tumba está vacía, Cristo vive, y esa verdad debe moldear cada aspecto de nuestra existencia.